sábado, 8 de octubre de 2011

Crónica de la novia de un ángel.

Suena el despertador, son las 7:45 y su mano tibia descansa cruzando mi pecho. Gruñe entreabriendo los ojos y me ve. Besa mi cuello con esos besitos de cuentagotas y vuelve a dormir. Esta vez se voltea hacia otro lado. Es domingo.
Este es mi momento favorito del día, solo yo, con un cuerpo tan ajeno respirando a mi lado. Decido cerrar los ojos de nuevo.
Una mano sacude mi hombro mientras siento la otra meterse en mis bragas, seguro ya pasan de las 10:00, no se hubiera despertado antes. Su paquete ha crecido, lo siento cuando si repega en mis caderas. Susurra a mi oído palabras de amor. Tengo hambre. Ve a ver qué desayunamos.
La cocina no tiene ni tendrá remedio. El piso está sucio, viscoso. Abro el refrigerador y saco una caja de leche. Lavo un tazón. Trato de oír independientemente cada hojuela de cereal que cae de la caja. El desayuno está listo.
Es la 1:00 pm, más de medio día. El sin playera cambia en automático los canales de la tele. Pienso que es absorbido por un poder irracional que hace a su cerebro lamer cada imagen. Ya no los ve. Estoy en mi lado de la cama. El izquierdo.
A las 3:00 de la tarde vuelve ¿o volvemos? a tener hambre, pero ya no hay nada.
Ve a la tienda por un atún.
Me levanto de nuevo y me visto. Tarto de evitar ver mi reflejo en el espejo. La tienda esta cerrada. Camino un par de cuadras más. No hay atún. Llevo una sopa instantánea.
Me he tardado más de 15 minutos y camino rápido, una niña pasea a su perro en la calle. Yo una vez tuve un perro.
Olvidé la llave. Se que esto es malo. Me detengo un instante antes de tocar, no debo llorar. Toco fuerte. Toco muy fuerte. Pasan 10 minutos y abre. Mueve la cabeza.
Porqué no te llevaste la llave.
La olvide.
Te dije que te la llevaras.
No me dijiste.
Te tengo que decir siempre que te las lleves.
Lo siento.
No lo sientas, siempre lo sientes. Solo hazlo.

Entro a la casa. Piso sin querer una pluma dorada.
No había atún.
¿Cómo que no había atún?
Yo que se, no tenían.
Sus ojos me ignoran.
¿Qué trajiste?
Una sopa.
Sus ojos me odian.

Las 6:00 pm . He visto ya cinco películas en el día, acostada en la cama y me duele el trasero. Me levanto. Camino a la computadora miro todas las facturas que debo pagar. Encuentro una pluma tirada en la entrada. Lavo los trastes. El cochambre de la sartén no se quieta. Pasa media hora. Oigo que baja la palanca del escusado. Lo miro por detrás con el bóxer mal subido caminar hacia el cuarto. De nuevo dejó la llave goteando. La cierro. Al salir del baño encuentro otra pluma. La guardo.
Entro al cuarto con un libro en la mano. Está comiendo unas galletas que no recuerdo haber comprado. Me ofrece una y me abraza.
Te amo
Te amo
Obscurece. Son las 8:00. Saco bajo mi pierna otra pluma. Leo con mi cabeza recostada en su pecho.
Al rato miramos un programa de luchas. Porque hoy ya vimos muchas películas.
A las 9:00 las campanas de la iglesia de al lado no dejan de sonar.
Pinche misa de domingo.
Como no puede escuchar la tele la apaga. Me besa. Me dice que soy suya. Me ama, me abraza, me mama. Hemos el amor una hora, despacio, rápido y al revés.
Son las 11:00 y programo el despertador para mañana.

El ya se va. Levanta una túnica blanca que esta pisada de las mangas. Espolvorea con polvo de oro su cabeza, Ajusta la aureola. Masajea sus hombros para que salgan las alas. Se pone sandalias doradas del número 7. Mira el reloj. Nunca a mi.
Te amo ¿Quién lo dijo?
Cinco minutos después ya está en la calle, me mira.
Nos vemos mañana.
Esta profundamente obscuro a pesar de la luna que lucha por apartar las tinieblas de la ciudad. Sus alas se mueven de a poco, su cuerpo se eleva en el cielo, voltea raídamente y agita la mano.
Me doy la vuelta. Las 11:30. Me tiro agotada en la cama con el control en la mano. Después de media hora apago la luz, dejo la tele prendida y me dispongo a dormir. Sueño con que mi novio no es un ángel.

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