sábado, 8 de octubre de 2011

Ese día llegó

Hay un límite que todos trazamos en nuestra mente sobre lo que es la cordura y la locura, generalmente si te quedas jugando tras esa pequeña línea lo único que sobrevivirá cuando te marches será un concepto vació, carcomido y podrido, no apto para sobrevivir al olvido. Si equilibras tu existencia, ¡si!, como en el circo, pero manteniéndote en línea recta te quedara por lo menos el poder ver los sueños de alguien más

Cuando el día llegó empecé por sentir mis pies blancos como espuma de mar, desaparecer cosquilleantes arrastrando arena entre los dedos. No le di mucha importancia. Poco a poco me acostumbré a caminar con el pensamiento, pues esas extrañas protuberancias que arrastraban mi cuerpo ya no me pertenecían.. Me perdía jugando al darme cuenta que podía tejer sonidos con tan solo sentarme a cerrar los ojos.

Lo que pasa es que yo fui más lejos, antes de caminar titubeante con los brazos extendidos decidí saltar, aun cuando mis pies eran débiles y jóvenes, primero de cojito, como cuando no sabía de la línea y solo jugaba al avión en mi vitrina de normalidad. Cuando adquirí confianza los alternaba según el ánimo, las ganas o el miedo. Pero aun no me daba cuenta de nada. Llegué a ser la novedad, ya sea por que algunos me criticaban o me alababan, pertenecía al grupo de entes raros que habían decidido invertir sus ojos para que miraran hacia adentro, y me paraba día y noche sobre la línea apostando a ver con las manos extendidas , entumecidas. No es que hubiera oscuridad o no existiera nada en el “más allá”, solamente no se podía ver a la primera, tus ojos ocultan esas imágenes antes de que puedas pensar siquiera en ellas. Por eso tenía que sentirlas. Aprender a abrir la boca para comerme a medias el aire, el sol con sus cinco lunas, las respuestas a todo lo que me había preguntado antes y que ahora revoloteaban como burlones premios mi alrededor.

Pero reí y lloré tanto que dejé de hacerlo, no era necesario, yo había parido rebosante de alegría cada lágrima, conocía sus debilidades y ahora el placer radicaba solamente en observarlas. Me las quería ganar, convertir sus miradas hurañas en fieles seguidoras mías.

Mientras tanto los sonidos de afuera me mostraban cada segundo colores nuevos, detalles que abajo, aunque tuviera lupa nunca habría visto. Aprendí a alimentarme de las ninfas que aparecieron cuando desabotoné la piel a mi cuerpo para llevársela toda. Me dañaban con sus garritas convirtiéndome en tirones. Pero había de antes una predisposición en mi a saber el dolor relativo. Por que era feliz, como lo soy ahora.

Un dìa sin que fuera noche o no, eso ya no importaba me, sentí caer, perder el equilibrio, regresar con los de abajo, y volvió a darme frió, estaba desnuda, oí sus voces como alaridos bestiales tratando de llamarme, sin forma ni orden, nada comparado al sonido tan musical que copulaba conmigo todo el tiempo, por que allá arriba solo contaban nuestras normas. Había logrado adaptar lo correcto a mis deseos. Sus ojos vacíos injuriaban el grado de bendita soledad que desprendía mi cuerpo. Temí, temí por mi y por mis creaciones prontas a nacer que ya no eran para este mundo, solo para el mió. ¿En que fosa común serian arrojadas si yo moría antes que ellas? Perfectas esculturas abominables, normales.

Abrí los ojos. Seguía donde siempre y lo primero que sentí fueron suaves murmullos gestándose en mi interior. Su luz era débil pero traspasaba ya mi cuerpo. Sabía que vendrían más y debían ser maduradas y educadas en su mundo. Lo decidí. Comencé a arrancarme la mortalidad que me quedaba, no debían contaminarse, yo no iba a contaminar su mundo. Ya no importaba lo que había debajo. Por un error yo era una viajero sin tiempo ni espacio. Carente de apego a criaturas ajenas.

Y aquí estoy, a punto de pasar a la lista de los perdidos, y he decidido, como muchos otros, dejarles mi coraza para que gasten sus vidas queriendo resucitarla. Trato de recordar el miedo o los nervios pero incluso esos nombres desaparecen de mi, como todos los recuerdos que aunque pocos había llegado a acumular. No tengo que dar un paso o cerrar los ojos, ni siquiera se si realmente lo decidí yo. Solo lo se y en este momento la materia desaparece de mi vida. Nunca más existiré, solo yo sabré la verdad, me esperan ya del otro lado la inmortalidad, la muerte, los espejismos parlanchines, la realidad, la libertad para renacer en lo que yo quiera, los mares de relatividades, cuevas donde habitaré en formas de mil duendes encantados, la capacidad de ir creando y destruyendo sin las cadenas de dogmas ajenos. Se borrará por fin el número marcado en mi interior con realidad ardiente, me montaré a mi misma y podré volar.

Al día siguiente un cuerpo sin vida ni alma era arrastrado sobre el piso duro, sucio, vomitado. Llevaba los brazos inmóviles por la camisa de fuerza y los ojos apagados a base de drogas. Sin embargo era bella, o lo fue algún día, ahora tan solo parecía la coraza de una reina, de un hada, de un ángel que sería guardado como trofeo de la capacidad de control que puede ejercer el hombre.

0 ideas:

Publicar un comentario